miércoles, 16 de septiembre de 2015

Mensaje

Había sido un día largo: la rutina de la oficina, la clases, el humor, la ciudad. No era un buen día. El mal humor se instaló desde la hora cero y así continuó hasta que llegué a mi casa. Recorrí descalza los rincones del departamento: música medio alta, luces bajas, y merodeando (casi como queriendo encontrarlo), lo encontré: ésa había sido una gran noche. Totalmente predispuesta a romperme el corazón, pero con la certeza que de las heridas se sale, que existe algo más allá de una puesta en escenario más cierta, más limpia. Sonreír fue inevitable, y con tu mensaje, aquel que dejaste alguna vez y no borré, te agradezco. Por la grandeza de tu impronta, y esas enseñanzas que creí ya no recibiría de tu fantasmagórica compañía.


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